¿Para qué educar? - Núm. 2, Enero 2003 - Revista de Derechos del Niño - Libros y Revistas - VLEX 651229905

¿Para qué educar?

AutorCarlos Peña González
CargoDecano de Facultad de Derecho Universidad Diego Portales
Páginas89-98
89
¿P
ARA
QUÉ
EDUCAR
?
Carlos Peña González1
I
Hay pocos asuntos que estén más ligados a la condición humana que la educación
y, por eso, como ha sido dicho infinidad de veces -bastaría citar aquí las obras
clásicas de Dewey, Durkheim o Gutman- existe un vínculo indisoluble entre las
características que un ser humano posee y la tarea educativa. Cuando venimos al
mundo, cada uno de nosotros es apenas una promesa, relativamente frágil, por lo
demás, que puede florecer o, en cambio, malograrse. Existe en cada uno de nosotros,
una tensión entre lo que somos y lo que debemos o podemos ser, una distancia
entre lo que usted es cuando comparece por vez primera en el mundo, y las
posibilidades que tiene ante sí. Es cierto que cuando crecemos esas posibilidades
se van estrechando y no son ya el mar sin orillas de la infancia; pero en cualquier
caso siempre los seres humanos podemos constatar en cada uno de nosotros una
cierta distancia entre lo que somos y lo que podemos, o estamos llamados, a ser. A
la base de la condición humana se encuentra, acompañándola como si fuera una
sombra, ese vacío que media entre lo que somos y lo que debemos ser.
Esa imagen ha estado desde siempre atada a los primeros años de la vida y por
eso llamamos infancia -como lo recuerda Durkheim- a ese estado que alcanza
quien ha llegado a ser hombre o mujer, pero no puede hablar. Infancia viene, en
efecto, del latín in-fans, que por su parte, proviene de fari, el que no puede hablar.
Niño es pues quien no tiene palabra; pero está llamado a tenerla, quien no tiene
logos; pero puede adquirirlo si se le conduce o se le ayuda para que lo logre y de
ahí el sentido etimológico de pedagogía y de pedagogo o educador (de paidós,
niño, y ago, yo conduzco, o, en el caso de educador, de ducere, conducir o educere,
sacar fuera). La educación está, así, atada a esa imagen de una actividad que
contribuye a que se despliegue en nosotros, a que brote o que salga a la luz, lo que
debemos ser, lo que estamos, por decirlo así, llamados a ser. Es esta una vieja idea
que se encuentra, claro está, no sólo en los autores que cité denantes, sino también
en liberales clásicos como Locke o Stuart Mill y en el conjunto de los
enciclopedistas franceses.
Hasta cierto punto, subyace, entonces, a la educación la idea que la vida humana
semeja un sin fin de posibilidades y que la educación viene a decidir a cuál de esas
1 Decano de Facultad de Derecho Universidad Diego Portales, Profesor de Filosofía del Derecho y Derecho Civil.

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