La doble muerte de Daniela
Es lo que sintió Andrea (27) luego de ver a su hermana menor, Daniela Vargas (14), en las noticias a comienzos de noviembre. Han pasado dos años desde que falleció, pero los ojos todavía se le humedecen.
La enterró en su Caguach natal: una isla que está a nueve horas de navegación desde Castro, y que salvo para la fiesta del Nazareno, cada 30 de agosto, rara vez recibe visitantes.
Andrea ya no vive ahí, sino en una isla vecina -a 10 minutos por mar- que es más diminuta y remota: Teuquelín. El sol pega fuerte sobre las únicas ocho casas que existen. Mientras la única lancha que llega hasta allá -la Carmencita III- abastece de víveres a la comunidad, las mujeres cortan leña, cosechan verduras en invernaderos, alimentan pollos y vacas.
Mientras cocinan para los buzos de una salmonera, Andrea se sienta, agacha la cabeza y dice con un hilo de voz:
-Hasta ahora pensaba que el órgano no había alcanzado a llegar a tiempo, o que su cuerpo no lo resistió.
Para ella, la muerte de Daniela -ocurrida el 13 de abril de 2015 por una insuficiencia cardíaca- era algo inevitable, un designio de Dios. Pero cuando Chilevisión dio a conocer que el Hospital Clínico UC decidió no darle chance a una cirugía "por su condición de precariedad social, personal y familiar", y la Fiscalía Regional de Los Lagos abrió una investigación por cuasidelito de homicidio, considerando a Daniela dentro de los 1.313 niños que fallecieron bajo custodia del Estado, su herida regresó.
-Me da rabia, pena, de todo siento.
Andrea abre los ojos. Sus pupilas son del color de la manzanilla. Con el viento se empequeñecen.
Crecer en una isla
El camino de Daniela nunca fue fácil. Incluso antes de nacer resistió varios golpes. Su madre, Flor Vargas, es una mujer con déficit intelectual y epilepsia, indica la propia Andrea.
-Le dan ataques en cualquier momento y así fue también mientras estaba embarazada de la Daniela -cuenta.
Recuerda que una vez su madre se cayó a un fogón y tuvieron que hospitalizarla en Achao. Quedó con cicatrices en una oreja y en una pierna.
Daniela nació el 2 de abril de 2001, gracias a que su abuela -la mejor machi que tuvo el pueblo de Caguach, según los mismos vecinos- hizo de partera en la vieja casa que tenían en la cima de un cerro. A pesar de sus 11 años de diferencia, Andrea cuenta que pasaban las tardes jugando a la payaya y a la escondida. Daniela no conoció a su padre y su nombre es tabú. El rol de progenitor, dice Andrea, lo tuvo su abuelo, quien sostenía el hogar gracias a la pesca y la agricultura.
-Falta de comida no hubo, mis abuelos siempre sembraron papas, pero a veces había recursos y otras veces no -relata Andrea, frotando sus manos en la cocina a leña donde las papas hierven.
Embarazada a los 17, Andrea se fue de Caguach para formar su propia familia en Teuquelín. Era 2009 y Daniela, sin compañera de juegos, también quiso salir de la isla.
A diferencia de su hermana, ella tenía el sueño de estudiar, y la escuela rural donde iba, El Estero, solo llegaba hasta sexto básico. A los 10 años, recurrió a su madrina que vivía en Dalcahue.
-Cada vez que la iba a visitar, me decía que se quería venir conmigo. Es que en la isla mi abuelo y su mamá tomaban, y ella necesitaba que alguien estuviera con ella -explica Paola Barría, su madrina.
Paola no lo pensó mucho luego de saber que una ronda médica que examinó a los niños del colegio detectó un soplo al corazón en Daniela. Si bien fue derivada en 2011 al hospital de Castro para realizarse exámenes, en los informes médicos del establecimiento que están en el expediente de la niña, se señala que no asistió hasta el año siguiente. Una ecocardiografía detectó miocardiopatía en 2012, según se lee en ellos. Esa fue la primera vez que Daniela escuchó el diagnóstico que terminaría llevándola a la muerte.
Salir de Caguach
Antes de que todo empeorara, Paola Barría pidió ante el tribunal mixto de Quinchao hacerse cargo de la niña de 11 años. El 18 de febrero de 2013, este le entregó su cuidado por seis meses, y Daniela subió a una lancha que tardó dos horas hasta Achao, y después un bus.
-Venía tan contenta -recuerda Paola sobre el día en que la niña cambió sus botas de agua por zapatos y ropa citadina.
Daniela tenía una deficiencia intelectual moderada por la que recibía una pensión del Estado, cuenta Paola. Pero quería ser doctora, tenía habilidades para el dibujo y le gustaban las rancheras.
Viviendo en Dalcahue, las cosas se volvieron a complicar. El primer semestre de 2013, en Los Ciruelillos, el colegio especial donde Paola la matriculó en Castro, una profesora la notó decaída, angustiada y pensativa. Daniela le señaló haber sufrido una violación de un cercano. De todo esto quedó constancia en una denuncia que puso la misma docente en la Brigada de Investigación Criminal, el 12 de abril de ese año.
La profesora la derivó con una psicóloga del colegio y el 18 de abril de 2013 la Unidad de Atención a Víctimas y Testigos de la fiscalía local de Castro solicitó al Juzgado de Familia de la misma ciudad que iniciara una...
Para continuar leyendo
Solicita tu prueba