Devastados por la pandemia - 17 de Octubre de 2020 - El Mercurio - Noticias - VLEX 850491043

Devastados por la pandemia

El 27 de agosto, Patricia Espinoza , 53 años, enfermera desde hace casi dos décadas en el consultorio Los Olivos de Parral, pidió una hora para atenderse con un psiquiatra particular. Ese mismo día, el especialista le dio el diagnóstico: depresión severa con ideación suicida.Patricia Espinoza no podía creer lo que el médico le decía. Hasta ese momento pensaba que lo que experimentaba era el estrés esperable por enfrentar una pandemia como trabajadora de la salud. Sin embargo, mirando hacia atrás, comenzó a darse cuenta de que llevaba meses con síntomas que había intentado ignorar.Su uniforme de enfermera le quedaba más holgado de lo usual, había perdido el apetito y en pocas semanas había bajado más de tres kilos. Tenía el cuello rígido, por un dolor que se le propagaba por los hombros hasta los brazos, y a pesar de tomar relajantes musculares, no lograba sacárselo de encima. En las noches le costaba conciliar el sueño, y a las pocas horas volvía a despertar. Siempre pensando en el trabajo, en si había tomado las precauciones necesarias para no contagiarse del virus o en los errores que había cometido. Y durante el día, dice, en medio de su jornada laboral, comenzó a hacerse cada vez más frecuente una misma sensación: las ganas de llorar y querer salir arrancando.-Cuando no tienes experiencia anterior con un estrés intenso, uno se deja llevar, es como ir en un agua que sigue corriendo y uno va por ese curso. Yo estaba muy inserta en mi trabajo y no me daba cuenta de que había llegado a este estado -dice la enfermera.El psiquiatra le dio 15 días de licencia, además de antidepresivos y medicamentos para dormir. Las dos primeras semanas alejada del trabajo, cuenta, se percató de lo mal que estaba. No tenía ganas de hacer nada. No lograba juntar las fuerzas para levantarse de su cama. Tampoco quería asearse. Y no podía ni imaginar hacer labores de la casa, como cocinar. El especialista, entonces, le extendió la licencia por dos semanas más. Y luego dos más. Hoy lleva más de un mes y medio sin asistir a su trabajo.-Ahí supe de que en realidad no estaba bien, que no era yo misma. Ahora, con los medicamentos, estoy mejor, pero todavía no me siento recuperada. El hecho de tener que ir a trabajar presencialmente, volver a todo el estrés que viví, me angustia -explica.A principios de abril, cuando la pandemia se expandía por el país, cuenta Patricia Espinoza, la principal sensación entre sus compañeros del consultorio era la incertidumbre. Aunque en un comienzo recibían pocos casos, sabían que el virus se aproximaba. En Talca se había detectado uno de los primeros brotes, que habría comenzado con un médico de la zona que regresó contagiado del extranjero.Hasta ese momento recibían a sus pacientes usuales con diabetes, hipertensión y otras enfermedades crónicas, pero cada vez comenzaron a llegar más personas con síntomas de coronavirus. Patricia Espinoza era la encargada de recibirlos. Su labor era de atención directa con los pacientes. Les tomaba los signos vitales y luego les asignaba un box de atención. Si venían con problemas respiratorios, debía enviarlos a las salas covid para aislarlos y luego, si era necesario, coordinar una ambulancia para trasladarlos al hospital u otros centros asistenciales. La mayoría de las veces, la enfermera no sabía si los pacientes estaban contagiados o no, pero por precaución asumía que todos tenían el virus. Ese era su mayor temor: contagiarse.El consultorio, como medida de prevención, había organizado al personal en tres turnos presenciales, pero el...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR