La desobediencia de Agustín Squella - 8 de Septiembre de 2020 - El Mercurio - Noticias - VLEX 847684970

La desobediencia de Agustín Squella

Las calles del barrio Miraflores se llaman Los Acacios, Los Alerces, Los Aromos, Los Plátanos, y otros nombres de árboles que alguien ocurrente les dio en los años 30 y 40. Son avenidas arboladas y poco transitadas, donde perduran casonas de principios del siglo veinte. En Los Castaños está el Sporting Club, monumento nacional, donde la hípica reina desde 1882. Calles silenciosas que acogen, desde hace décadas, al Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales 2009, Agustín Squella Narducci. Un profesor universitario y abogado que nunca ejerció leyes, sino que las convirtió en su caballito de batalla para adentrarse en el intelecto, la reflexión, el saber y sus alumnos, que lo vivifican hoy, a sus 76 años. Pero Squella, que enseña Filosofía del Derecho en la Universidad de Valparaíso, casa de estudios de la que fue rector en dos períodos al regreso de la democracia, no es solo un académico. Sobre todo es un lector y un escritor vital y creativo que extrae de sus lecturas y de su contacto con los demás su visión del mundo.Con casi 30 libros publicados y dos en preparación, participar en la sociedad le interesa. No por nada fue cocreador del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes al alero del Presidente Ricardo Lagos, con quien colaboró hasta montar ciclos de conciertos y conferencias con intelectuales extranjeros y chilenos en La Moneda. Por su intermedio vinieron desde el filósofo Gianni Vattimo a José Saramago, y desde Alain Touraine a la filósofa española Adela Cortina. Aunque dice que con los cargos públicos no se lleva nada bien, con Lagos fue un exitoso asesor presidencial de Cultura.Desde su casa de Miraflores, donde está en cuarentena con su mujer de hace casi medio siglo, Silvia Urquiza, licenciada en Filosofía, asegura que "la vejez es pura pérdida". Y si siempre cultivó independencia de pensamiento como el liberal que declara ser, por culpa de la pandemia se convirtió en contestatario.En cuanto escuchó que los mayores de 75, como él y su mujer, no podían salir a la calle por ser considerados de altísimo riesgo frente al contagio del virus, este intelectual en permanente polémica decidió desobedecer.-Ayyy, ayyy, tanto paternalismo, no. !Eso de que me anden cuidando¡ El sincicial es un virus que todos los inviernos ataca a los niños y a nadie se le ha ocurrido prohibir que los niños salgan a la calle durante el invierno. La objeción de conciencia, que es el incumplimiento de una norma jurídica por razones morales, es un acto individual. Dije: yo no voy a cumplir esta norma. Y dije que estaba dispuesto a llamar incluso a la desobediencia civil, que es un acto colectivo... pero me pareció prudente quedarme en el acto individual. Un hombre mayor llamando a la desobediencia civil tampoco tiene muy buena presentación.Mucho antes que la norma se flexibilizara, él decidió transgredirla. Desde el día uno, daba diariamente una caminata o un paseo largo en bicicleta. Una bici fija que existía en su casa...

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