Desenterrando los tesoros de la Ruta Moche - 29 de Diciembre de 2019 - El Mercurio - Noticias - VLEX 830579461

Desenterrando los tesoros de la Ruta Moche

A Régulo Franco no le cuesta escarbar en su memoria. Es más, recuerda todo tal como si hubiese ocurrido hace solo unas horas. Fue en julio de 1990. Después de haber trabajado durante meses en la excavación de la ciudad sagrada de Pachacamac, al sur de Lima, Franco llegó a Trujillo, en el norte de Perú, para investigar otros reconocidos sitios arqueológicos de esa zona: las llamadas Huacas (o templos) del Sol y la Luna; la ciudadela de Chan Chan, y también la Huaca del Brujo, un complejo ubicado 60 kilómetros al norte de Trujillo que había sido investigado en los años cuarenta por el estadounidense Junius Bird, pero del que todavía se sabía poco."Allí nos pasó algo extraordinario", recuerda hoy este arqueólogo peruano, mientras camina hacia lo que, desde lejos, parece ser un simple cerro de arena amarillenta, pero que en realidad es un fabuloso templo piramidal de unos 40 metros de altura, construido con barro y adobe por la cultura moche a partir del año 200 -es decir, más de mil años antes que los incas-, y que todavía está en parte tapado por la tierra."Un colega nos contó que un huaquero (saqueador en yacimientos arqueológicos precolombinos) había encontrado unos frisos policromados en el lugar, de los que no se tenía antecedentes. Entonces fuimos a hablar con él y al día siguiente llegamos al sitio. Allí vimos a nueve huaqueros sentados al borde de un foso. Cuando nos acercamos, quedamos embrujados al ver un muro extraordinario en el que aparecía una red con pescadores, un zorro que bajaba y subía, y más relieves. Eso nos deslumbró y nos dijimos: 'Esto es de mucho valor'".Efectivamente, después de este hallazgo, Régulo Franco dejó su investigación en Pachacamac y se instaló a vivir en carpa al lado del yacimiento, en pleno desierto. Con el tiempo su asombro inicial fue aumentando: tras cada excavación aparecían restos humanos, exquisitas piezas de oro y plata, cerámica y textiles. Pero lo más extraordinario lo descubrió en 2005: un recinto ceremonial donde encontró la tumba de una mujer que, como comprobaría más tarde, eran los restos de una antigua gobernante moche, la más importante de su época, que aparecía representada en diversas iconografías de esta cultura."Examinando los emblemas de poder (con los que había sido enterrada), nos dimos cuenta de que no era una sacerdotisa ni una oficial moche, sino una gobernante", dice Franco, con una sonrisa llena de satisfacción. "Por primera vez encontrábamos en un contexto ritual-ceremonial el cuerpo de una poderosa mujer, lo que cambió...

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