El fenómeno del descontento - 26 de Julio de 2013 - El Mercurio - Noticias - VLEX 450589506

El fenómeno del descontento

Durante los últimos años ha habido manifestaciones masivas de descontento en diversos países de Occidente. Estas han tenido distintos perfiles: en Francia e Inglaterra parecieran estar relacionadas con un conflicto étnico; en España y Grecia, con la crisis económica. ¿Pero qué ocurre con Chile y con Brasil que, a diferencia de los países europeos, han experimentado un mejoramiento significativo de sus condiciones de vida, un aumento sostenido del ingreso per cápita y un acceso masivo al consumo y a la educación superior? Pienso que estos movimientos expresan una crisis de identidad provocada por el proceso de globalización. Esta ha generado una erosión de los valores que alimentan el alma de los diversos pueblos.

El filósofo francés Paul Ricoeur sostiene que el fenómeno de la civilización se muestra en tres niveles: el de los útiles, el de las instituciones y el de los valores. Los útiles (herramientas, máquinas, libros, etcétera) son universales por definición. Las instituciones son formas de existencia social regidas por normas, las que, con algunas diferencias, tienen algún grado de universalidad. Los valores, en cambio, son propios de cada cultura. Ahora bien, en lo más profundo de este tercer nivel reside la verdadera esencia del fenómeno civilizatorio, que es el "núcleo ético-mítico". Este reúne el conjunto de imágenes y símbolos mediante los cuales cada grupo expresa su comprensión de lo sagrado, de sí mismo, de los otros y de la realidad. Aquí radicaría la máxima diversidad.

La sociedad global de consumo ha dado cabal cumplimiento al destino de universalidad propio de los útiles y ha sido positiva en cuanto ha permitido mejores condiciones de vida para gran parte de la humanidad. Sin embargo, ha tenido como trágica consecuencia la erosión del núcleo ético-mítico, que de algún modo sostenía a cada grupo, nación o cultura. Con ello se ha diluido la identidad histórica de los pueblos.

La filósofa chilena Ana Escríbar ha señalado que la gran contradicción de nuestro tiempo es la que existe entre la creciente racionalidad de los útiles -cada vez más abundantes y eficaces- y la irracionalidad de poner como único valor, compartido por la humanidad entera, el desarrollo económico. Yo agregaría que la muerte de Dios anunciada por Nietzsche, vale decir, la pérdida de vigencia de los valores considerados absolutos y eternos, se ha consumado y nosotros los hombres hemos sido, quizás inconscientemente, sus asesinos.

Paralelamente se ha venido...

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