Descifrando a Kast - 28 de Octubre de 2017 - El Mercurio - Noticias - VLEX 695702089

Descifrando a Kast

Recorriendo el país para reunirse con decenas de agrupaciones de mujeres y clubes de la tercera edad. Se diría que de las esposas y esposos de los aspirantes a La Moneda, ella es, por lejos, la más involucrada en la campaña.

-No es que quiera figurar. Es por una necesidad mía, nomás. Yo, para poder tomarme este trago (las elecciones), tengo que subirme al carro y la única manera de hacerlo es desde el contacto personal -explica sentada en una terraza de la casona en la que vive junto a sus hijos y su marido, en Paine, ubicada en el mismo terreno en el que se emplaza la fábrica de cecinas Bavaria, actualmente propiedad de uno de los hermanos de Kast.

Su protagonismo aumentó a medida que su marido se ha transformado, según analistas, en un factor que no le permitiría a Sebastián Piñera ganar la elección presidencial en primera vuelta, aunque en la última encuesta CEP marca 3,7 por ciento de las preferencias.

-José Antonio le ha dado voz a un grupo de gente que votó por Piñera en su primer gobierno y se desilusionó. Eso fue lo me pasó a mí -dice.

María Pía Adriasola conoció a Kast el primer año que entró a estudiar derecho en la Universidad Católica. Dice que lo vio y que le gustó altiro, pero demoraron dos años en consolidar una relación.-Él era muy tímido, entonces no se atrevía a decirme nada.

A mí me gustaba, pero como no me tomaba en cuenta, pololeé con otras personas. Finalmente, cuando estuvimos juntos, lo pasé mal porque este hombre era hermético, no hablaba nada. Penetrar su pensamiento, analizar qué es lo que pasaba por su cabeza, era imposible. Toda esa primera etapa de pololeo fue tortuosa. Por eso terminamos.Tiempo después, él volvió a buscarla, aunque de nuevo se demoró en declararse. Cuenta que un cura amigo le había dicho a él que tenía que esperar seis meses antes de proponerle regresar: no podía jugar con sus sentimientos.

-Pero él siempre se hizo notar. Como yo soy una persona muy religiosa, muy sensible con la cosa espiritual, él me regaló algo muy especial: una foto de un curita al que yo admiraba. Y me liquidó.En esa segunda parte, reconoce que tampoco lo pasó mejor, porque él seguía siendo la misma persona tímida y hermética de antes.

A eso se sumaba su trabajo político.

Entonces, dice, fueron donde un cura para hablarle del problema.

-Yo me sentía súper postergada e insignificante en su vida. El cura nos propuso instaurar los martes de pololeo: así como él tenía reuniones con presidentes de partidos los otros días, o con sus compañeros, el martes hacía lo mismo conmigo. Y todo funcionó mejor.

Se casaron en abril de 1991 y se fueron a vivir a Paine. Él dejó la política.

-Se levantaba a las seis de la mañana a cargar camiones (de la fábrica de cecinas). Yo lo esperaba con comida en la noche, claro que tenían que ser tallarines blancos porque él no comía otra cosa. Si le echaba champiñones, le embarraba la comida. Él era infinitamente simple: solo necesitaba tallarines blancos y un huevo frito.-¿Aún?-Ya no, gracias a Dios se ha superado muchísimo -ríe. Los primeros años de matrimonio, cuenta, tampoco fueron fáciles. Ya sin el "martes de pololeo" y con la llegada de los hijos, la pareja comenzó, como describe ella, a "hacer agua de nuevo". -Él llegaba a la casa y seguía siendo la misma persona que era; entonces de repente estaba mudo. Y no es que estuviera enojado o mal genio, solo que estaba mudo.

Me empecé a morir por dentro; "no puedo con esto", decía.

Una cuñada le dijo que estaba con depresión y le recomendó un doctor. Dice que apenas entró a la consulta del psiquiatra, se puso a llorar.

-Al finalizar la sesión, el doctor me aseguró que yo no tenía nada malo y que quien debía tratarse era mi marido. Eso hizo.

La siguiente crisis se dio cuando quisieron encontrar un método de control de la natalidad. -Teníamos dos guaguas y yo quería parar un rato. Fui a un doctor que me...

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