La defensora de las mujeres sin libertad - 20 de Octubre de 2018 - El Mercurio - Noticias - VLEX 743156457

La defensora de las mujeres sin libertad

"!Mi boldo¡", dice Ana María Stuven, caminando por uno de los patios del centro penitenciario femenino en San Joaquín. Es un día tranquilo en el penal, caen unas gotas y el cielo está gris. En medio del pasto, un boldo y una palmera flanquean dos salas de clases sencillas, tipo container, con un letrero donde se lee "Corporación Abriendo Puertas". Stuven ahora se acerca al árbol, arranca y huele una hoja. El boldo lo trajo desde su casa años atrás, cuando logró conseguir estas salas a través de donaciones, para organizar talleres y dar capacitaciones, enseñar oficios y sobre todo entregarles una oreja atenta a las mujeres privadas de libertad. Los árboles llegaron pequeños y ahora son grandes. Han pasado veinte años desde que esta historiadora, presidenta de la Corporación Abriendo Puertas, entró por primera vez a esta cárcel y se apasionó por el trabajo con internas.Hoy, en las salas de taller se imparten cursos de desarrollo personal y manualidades. Hay máquinas de coser con las que las internas trabajan para Falabella y Mavesa en la confección de carteras, gracias a una alianza liderada por Abriendo Puertas. Al otro lado del penal, en dos salas pintadas de blanco con cardenales rojos plantados en la entrada, las reclusas que participan en las actividades de la Corporación pasan la tarde conversando con monitoras y ocupando sus manos. A un lado están las del taller de literatura, que muestran la antología de cuentos que están leyendo y también sus escritos, hechos de puño y letra. En la sala del lado, otras internas pintan y decoran pequeñas cajas, mientras reflexionan y discuten sobre el tema propuesto para esta tarde: el amor y la confianza. Aurora, una de ellas, sonríe pincel en mano y dice: "Hablamos acá también de nuestras cosas personales. Nos gusta".Ana María Stuven se pasea por el lugar saludando a gendarmes, reclusas y voluntarias, contando que la primera vez que vino, hace veinte años, las cosas eran muy distintas. Había menos asfalto y más tierra, pero, por sobre todo, menos espacio y hacinamiento, ya que la cárcel, diseñada para 600 mujeres, entonces recibía al doble de internas. Tras el incendio de la Cárcel de San Miguel, este edificio fue refaccionado y comenzó a recibir a imputadas, ayudando a aliviar la situación del recinto de San Joaquín.Libres o no, el sumergirse en el mundo de otras mujeres no es tan lejano a lo que Stuven ha hecho en la otra parte de su vida, en su carrera profesional dedicada a la historia. Doctorada en Stanford, ella ha investigado y publicado sobre las vidas de las mujeres en Chile...

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