Cuatro milagros en el Sename - 2 de Junio de 2012 - El Mercurio - Noticias - VLEX 376937290

Cuatro milagros en el Sename

El redimido M.B.C.F., 19 años: "Nací en El Bosque, en la Santa Laura. Mi mamá era secretaria, mi papá carnicero. Muy católicos, nunca tuve un mal ejemplo de su parte. La población era densa: mucho tráfico, se sentían balazos en las noches, harto abuso de los más grandes. Nos molestaban todo el día. Es raro entenderlo para alguien que no es de ahí, pero uno crece desesperado por tener respeto, porque a uno lo pasan a llevar constantemente, eso va generando mucha impotencia. Las demandas del ambiente eran muy fuertes: tenía que andar con las mejores zapatillas, ropa de marca y si tus papás son como los míos, que nunca se metían en problemas, era imposible conseguir nada. Yo empecé como a los diez años: unos amigos me dijeron que habían salido a cogotear al paradero 28 de Lo Espejo. Yo me motivé. Al otro día agarré un cuchillo carnicero y partí".

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El chef Sábado 19 de mayo, 17:15 horas.

Rodrigo Maulén camina por un descampado de tierra, saluda con un abrazo a Domitila Muñoz, su madre, y a sus dos hermanas menores. Se podría decir que va llegando a su casa en Viluco, en Buin, si no fuera por dos detalles: hace 15 años que no vive ahí -tiene 20- y la casa donde creció, donde pasó sus primeros cinco años de vida, estaba ubicada a unos 20 metros más al sur. Era una mediagua sin luz, gas, agua caliente, baño y con dos camas para siete personas.

-¿Te acuerdas algo de esos años? -le preguntan.

-Sí, de puras cosas malas.

Su mamá sale al patio y explica:

-Yo peleaba harto con su papá; me pegaba, era muy bueno para tomar. Un sábado nos agarramos fuerte y se fue de la casa a grito pelado. A mí se me hizo como que podía intentar algo y me fui con los niños a la casa de mi mamá que estaba al frente.

Su esposo volvió cerca de la medianoche con un bidón de bencina y le prendió fuego a la casa, pensando que su familia, que sus siete hijos, estaban adentro.

-No sé por qué lo hizo, de dónde venía esa rabia -dice Rodrigo-. De curado, supongo.

Su papá fue acusado de intento de homicidio y estuvo casi dos años en la cárcel. Por orden del Tribunal de Familia de Maipú, todos los hermanos ingresaron al Hogar Galvarino en Santiago y después al Hogar Koinomadelfia, en Malloco. Ahí crecieron.

-Mi mamá venía los fines de semana a vernos, pero a veces no tenía los medios ni para hacer el viaje. Mi papá también apareció un tiempo después, pero como trataba de entrar alcohol al hogar, lo dejaban afuera y se pasaba el domingo tomando al lado del portón. Después se fue y armó otra familia.

Rodrigo lo pasó bien y mal esos años. Bien, porque tenía comida, cama, tranquilidad y pudo finalmente inscribirse en un colegio. Mal, porque el resto de los niños del hogar solían molestarlo por lo cercano que era a la tías y porque no le gustaban las actividades más convencionales, como jugar fútbol.

En 2001, la mamá de Rodrigo decidió sacar a todos sus hijos del hogar. Rodrigo pidió quedarse un tiempo más para poder estudiar.

Tomó talleres de autoayuda, se ofreció de voluntario para limpiar el patio, repitió séptimo básico y se cambió a un colegio técnico a estudiar manejo en alimentos.

En 2006 el juzgado de Familia de Buin pidió revisar su causa: correspondía que él volviese con su mamá.

El día de la audiencia entró a hablar con la jueza. Con 14 años, con su mamá esperando afuera, tenía que decidir.

El redimido "Llegamos al paradero y cogoteamos a unos cabros y después a unas minas. Esa fue mi partida. La gente nos veía tan flaites que se intimidaba. Estuve haciendo eso dos meses. Me empezó a gustar, sentía que era parte de mí, que era para lo que yo servía, que era bueno para robar. Mis expectativas eran seguir un par de años ahí y después irme de lanza a Europa; varios vecinos lo habían hecho. Seguía yendo al colegio, a uno municipal, pero era como estar en la calle; fumábamos pitos en el baño con 12 años. A los 13 ya jalaba. Me junté con otros compañeros, ladrones de otros lados, y empezamos a asaltar locales: cyber cafés, botillerías, negocios. En la playa caí preso la primera vez a los 13. Habíamos robado un auto. Me llevaron al Juzgado de San Antonio y después a la cárcel del Sename de Limache. Era súper loco: andaban todos con cuchillas. Estuve cuatro días en ese centro, al principio con mucho susto, pero aprendí todo lo que iba a necesitar para seguir robando después".

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El futuro abogado -Ah, no. Se van todos para sus casas. No somos trabajadores de la construcción para estar a esta hora acá.

Eran las ocho de la mañana y un profesor de Derecho de la Universidad del Mar bromea con sus alumnos, sin saber que en la sala hay uno de los 436 casos de beneficiarios de la red Sename que llegaron a la educación superior.

Luis Soto es parte de varias estadísticas: como otros 1.286 jóvenes, vive en un centro del Sename pese a ser mayor de edad y, al igual que otros 12.122 niños, ingresó al sistema por la inhabilidad de uno o ambos padres.

-Me dio rabia lo que dijo el profesor. Pero me tengo que adaptar no...

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