Corina, la película y la censura - 20 de Agosto de 2016 - El Mercurio - Noticias - VLEX 647340485

Corina, la película y la censura

De nada sirvieron los reclamos de los realizadores ni la airada reacción del público. La cinta, más conocida como El enigma de la calle Lord Cochrane, no se estrenaría esa noche, sino seis días después en el Teatro Colón, de Valparaíso, con las expectativas lógicas que supone ver un filme censurado por la autoridad.

Cuando las luces se apagaron, los privilegiados espectadores se dispusieron a presenciar una historia que conocían de memoria, porque la gente y los diarios no habían dejado detalle por contar de la trama real de la asesina Corina Rojas, que al poco tiempo se convertiría en la primera mujer chilena condenada a pena de muerte, alimentando un intenso debate en la puritana sociedad capitalina de un siglo atrás.

El cine nacional iniciaba así su camino con una obra que no eludía la polémica y que, según advertían las autoridades en ese momento, relataba "un caso que aún no tiene sentencia judicial". Para su primera ficción, la cinematografía chilena eligió un tema sangriento y cruel que tomó prestado de la vida real. Y que había sucedido apenas seis meses antes del frustrado estreno.

El crimen pasional

La adolescente Corina Rojas no dudó al aceptar a David Díaz Muñoz, de 56 años y oriundo de Coinco, como su marido. El acaudalado agricultor, que había consagrado su vida al trabajo, eludiendo varias veces el matrimonio, consideró que esa joven 35 años menor le serviría para llevar un mejor pasar en sus últimos años de vida.

Vivieron en el campo, tuvieron hijos y la vida pudo haber seguido el curso previsto por Díaz Muñoz, pero Corina se sentía atrapada.

"Su naturaleza ardiente e impulsiva, ávida de sensaciones fuertes y de goces intensos la hacía mirar con horror la vida sin atractivos de Coinco", aseguraban los redactores del Diario Ilustrado, Nick Carter y Max Winther en el libro El sensacional crimen de la calle Cochrane, publicado pocas semanas después del asesinato.

La pareja resolvió trasladarse desde Coinco a Santiago, donde, según reza la prensa de la época, "uno tras otro desfilaron ante la ventana de la casa de Lord Cochrane 338 los amantes de Corina", aprovechando las constantes ausencias del marido. Fue entonces cuando apareció Jorge Sangts, un alemán que le enseñaría a tocar el piano.

El romance se desencadenó con velocidad y al poco tiempo la mujer sostenía económicamente por completo a su mentor, que se dedicaba solo a las clases, sin que, en términos objetivos, se notaran demasiados progresos en la técnica de la dama...

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