Un consultorio sitiado por el comercio ambulante
Ángela Jiménez saca su celular , busca un video y le pone play . Una escalera, una puerta, dos guardias y un grupo de personas que gritan del otro lado: "Abre, conchetumare", se escucha entre un murmullo de alaridos. La escena es del 4 de junio de 2021. Pasadas las seis de la tarde, una turba, que minutos antes había participado de una riña, llegó con un herido hasta el Centro de Salud Familiar (Cesfam) Nº 5. La multitud exigía con violencia que un doctor atendiera a un hombre que había sido apuñalado, pero a esa hora la mayoría de los funcionarios ya se habían retirado a sus casas. El Cesfam tampoco tenía un área de urgencia. A través de la puerta, los guardias le explicaron eso a la multitud, pero nadie parecía escucharlos. De pronto, comenzaron los golpes.-No teníamos posibilidad de dar respuesta inmediata y nos trataron de linchar -dice Jiménez, de 32 años, trabajadora del Cesfam, vocera de la Asociación de Funcionarios de la Salud Primaria.Lo que ocurrió después quedó relatado en un recurso de protección que los funcionarios presentaron en contra del Servicio de Salud Metropolitano Central, del cual dependen, para que la justicia los obligara a garantizar su "integridad física y psíquica". "Es imposible permitir el ingreso de una turba de personas enfurecidas, toda vez que reinaba un clima de violencia extrema. Dadas estas circunstancias, los afectados (guardias) fueron agredidos con una serie de elementos, provocando lesiones y la ruptura de vidrios, además de múltiples amenazas: 'Cuando salgan los vamos a matar, cuando salgan les vamos a pegar, los conocemos'", describía el documento.Relataron, además, una serie de episodios que daban cuenta del contexto hostil en el que trabajaban, provocado principalmente por el comercio informal, que por entonces se había instalado de manera desbordada en el barrio, rodeando el edificio por toda la manzana. Describieron disputas constantes por el territorio, con cuchillos y pistolas, que habían terminado con heridos y fallecidos; denunciaron la existencia de veredas con basura, orina y caca, la que muchas veces caía al interior de los boxes ubicados en el subsuelo; hablaron de robos, amenazas y agresiones a los funcionarios, que han provocado cuadros de estrés y ansiedad; y dijeron que, tras el levantamiento de las restricciones de la pandemia, los vendedores se habían instalado sobre el estacionamiento de la ambulancia, la que desde entonces tuvo que aparcarse dos cuadras hacia el sur.-Hay que salir con los pacientes y caminar con ellos, independiente el estado en que estén. Si alguien necesita camilla, lo trasladamos a mano. Hemos tenido que hacer cadenas humanas para pasar y tenemos que conversar con los ambulantes para que nos dejen salir, pero están muy reacios. Dicen que nosotros hacemos show . Nuestro problema no es que ellos trabajen, sino que lo hagan en una calle donde no nos generen problemas a nosotros -explica Jiménez, con su celular aún en la mano.Ha sido en esas ocasiones, cuando han tenido que parlamentar, dice el recurso de protección, cuando "se ha puesto en riesgo la vida de los funcionarios".El sol aún no aparece sobre los edificios ubicados en la vereda oriente de Unión Latinoamericana. Algunos puestos informales, cubiertos por toldos azules para protegerse del calor, recién están montando la mercadería; otros, rebosantes de surtidos productos, parecieran no haber cerrado en días. Son las 8:00 de la mañana y ya están rodeados de clientes, que hurgan entre todo tipo de ropas, juguetes de moda y chucherías. Suena una música estridente. No es una canción específica, sino que un tema distinto por cada 20 metros, como un mix que acompaña el caminar. Un animador, con voz de Karol Dance, interactúa con los compradores. Los clientes no dejan de mirar las mercancías...
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