Conservadores: ¡sonrían! - 5 de Julio de 2020 - El Mercurio - Noticias - VLEX 845801433

Conservadores: ¡sonrían!

Un conservador, ¿debe ser necesariamente un pesimista? No, pero si lo es, al menos debería preocuparse de sostener un pesimismo inteligente. Hay un sano escepticismo conservador (compartido por ciertos liberales) que desconfía de aquellos proyectos doctrinales que suponen que todos los males tienen una y la misma solución. Esa actitud impide glorificar las revoluciones, porque sabe que usualmente no traen un nuevo amanecer, sino cárceles, guillotinas, hambre y renovadas formas de injusticia. Ese buen pesimismo lleva a amar las reformas, siempre que se realicen de a una y de manera gradual, para poder evaluar sus resultados. Y, por supuesto, un buen conservador nunca será optimista sobre su propia genialidad y jamás pensará que todos los que han venido al mundo antes que él eran unos ingenuos.Este conservadurismo es simpático, irónico y bienhumorado. Sus autores escriben libros como "Las bondades del pesimismo", de Roger Scruton (publicado hace poco por la FPP), se ríen de sí mismos y carecen de los complejos de inferioridad tan habituales en la derecha frente al progresismo.Hay, sin embargo, otro tipo de pesimismo conservador, que es miope, paralizante y malhumorado. En Chile ha cundido de modo muy particular desde la aprobación del aborto; se expandió como la peste desde octubre pasado, y ha llegado a su máxima expresión con la pandemia. Para este pesimismo, del que participan también muchos liberales económicos, aquí no hay nada que hacer. Piensa que la izquierda y el progresismo moral constituyen una marea irresistible, y lo único que cabe hacer es subirse a una alta palmera para lamerse las heridas con la esperanza de que el tsunami no nos arrase.Esta sensación de inevitabilidad ha contagiado a muchos que se consideran liberales, que han hecho suya de manera acrítica la agenda progresista y votan al mismo ritmo que la izquierda. Así se vio esta semana en el Senado, con la aprobación de la idea de legislar sobre la filiación homoparental.Sin embargo, una de las muchas ventajas de la edad consiste en que uno sabe cómo terminan los cuentos repetidos. Cuando era niño, en 1969, nos insistían en que el marxismo era un fenómeno inexorable, que obedecía a las más profundas leyes de la historia. Pasaron veinte años y el Muro simplemente se derrumbó.¿Qué propiedades mágicas puede tener hoy el progresismo que lo hagan inmune al deterioro? ¿Por qué tendríamos que enfrentarnos a él resignados, o elegir actitudes al estilo kamikaze, propias de quien...

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