Las claves de la moda autóctona latinoamericana
La exposición se llamaba "Un Chile oculto" y formaba parte de la "Campaña de la moda y vestuario autóctono chileno", un proyecto auspiciado por el consejo ejecutivo de manufacturera de algodones Yarur. Estaba organizada por la Dirección Nacional de Turismo y la comisión femenina de la Tercera Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Comercio y Desarrollo (UNCTAD) que entonces se efectuaba en Chile.
La idea era que los visitantes extranjeros que participaban en la conferencia descubrieran que en Chile la industria textil revalorizaba la cultura y la identidad local. Los diseños estaban firmados por dos creadores-artistas: la tejedora chilota Nelly Alarcón y el arquitecto Enrique Concha.
Dos creadores, con visiones y currículos muy distintos, pero que integraban una estética que era considerada experimental y que cuatro décadas después es recordada como uno los grandes proyectos de la moda nacional.
Nelly Alarcón era una profesora normalista que provenía de Castro y luego de quedar embarazada soltera emigró a Santiago en 1970. En la capital empezó a vender tejidos que confeccionaba en telar chilote en una feria de artesanos en el Cerro Santa Lucía. Sus diseños -inspirados en los paisajes de la isla sureña y hechos en sabanillas, un tejido de lana cruda hilada a mano y teñida con vegetales- comenzaron a aparecer en las revistas femeninas de la época. Luego abrió una boutique que bautizó como Tentenvilu (la serpiente guardadora de Chiloé).
Enrique Concha Gana era un arquitecto de la Universidad Católica de Valparaíso con múltiples intereses artísticos. También era pintor, fotógrafo, escultor, orfebre, decorador. El arquitecto era un admirador de la orfebrería del sector andino de Sudamérica y de las máscaras de Isla de Pascua. Se convenció de que sus grecas podían llevarse al mundo textil y en 1971, con el apoyo de textiles Yarur -entonces intervenida por el Estado- creó diseños textiles basados en la alfarería diaguita sobre telas modestas como tocuyo y popelina mercerizada. La idea no paraba ahí: con la ayuda de una costurera belga afincada en Valparaíso creó 24 vestidos con formas de chamal (una suerte de poncho rectangular), túnicas afirmadas con traruhua (una faja angosta) y minifaldas. Los complementó con pulseras, colgantes y medallones de plata que replicaban las abstracciones diaguitas de aves, animales y figuras humanas.
Las propuestas que Nelly Alarcón y Enrique Concha se convirtieron en el emblema "Campaña de la moda y vestuario autóctono chileno", que en mayo de 1972 se tomó el Bellas Artes. La exposición fue la consolidación de un concepto de moda única y nacional, un ejercicio estético que nunca ha vuelto a ser igualado en la costura local, pero que tuvo exponentes que hasta hoy se recuerdan: Marco Correa, quien fue el primero en adoptar la propuesta y la bautizó como "moda autóctona"; Alejandro Stuven, quien desarrolló con una empresa textil estadounidense una colección de ponchos hechos en telas más modernas, y María Inés Solimano, quien creaba vestidos tejidos a mano en el taller de ropa artesanal "La casa de luna", en calle Villavicencio.
La propuesta de moda auténticamente nacional y con raíces latinas tuvo una corta temporada. Empezó a fines de...
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