Claudio di Girolamo recuerda a Carmen Quesney: 'Si busco la perfección humana, la tuve con la Carmen'
En estos días, Claudio Di Girolamo, italiano de nacimiento y chileno de alma, quien se acerca a sus 91, cumple su cuarentena flanqueado por sus cinco hijos, que se turnan para estar con él, y con quienes trabaja, debate y cocina. Di Girolamo, artista visual, escenógrafo, muralista, director de teatro, dramaturgo, educador, diseñador y cineasta, asesora los centros Cecrea del Ministerio de Cultura, dirige facilitadores de todo el país por Zoom y guía la formación de niños en el arte, de Arica a Punta Arenas.Es un motor de creatividad.Pero en las noches Claudio vuelve a ser solo él. Se saca el traje de hombre renacentista -este es un artista que ha marcado la escena de las artes en Chile, desde dirigir las obras más emblemáticas del Ictus y programas icónicos como "La Manivela", a pintar murales para iglesias- y se sienta, sereno, al lado del ánfora que contiene las cenizas de la que fue su mujer y compañera de vida durante 65 años, Carmen Quesney, quien murió el 15 de junio. Con ella conversa como si aún estuviera viva. Le cuenta su día, le dice que la extraña y también le pide perdón.-Yo la tengo aquí conmigo, sus cenizas están ahí. Todos los días conversamos mucho y pienso que ojalá no haya tenido que aguantar mucho de mí. Carmen, como todos, tenía luces y sombras, pero de su sombra es muy difícil hablar para mí. Porque yo pienso que la luz, si no tiene algo que la intercepta, no existe, el blanco absoluto no es luz; es la sombra la que me da la idea de que hay luz. Si ella tuvo alguna sombra, nunca fue óbice para que nos abriéramos, para que nos contáramos todo, ni para que nos dijéramos todo lo que nos queríamos. Pero al mismo tiempo, todo lo que teníamos que sufrir y aguantar por eso.Habla como un hombre joven. Cuenta que Carmen Quesney venía de una familia tradicional, y que al conocerlo, por primera vez, se topó con la inseguridad. Una inseguridad que tuvo que incorporar para siempre, porque vivir con Claudio fue una aventura de décadas. Para ella, siete años mayor que Di Girolamo y quien trabajaba como asistente social, fue un descubrimiento.-Yo viví siempre en la inseguridad. Ella venía de una familia segura, perfecta, de una clase social determinada. Y esta persona rara, que estaba metida en todo, que se definía como un inmigrante, que estaba buscando todo el tiempo, que quería el riesgo y la incertidumbre, es una cuestión que le debe haber costado a ella muchísimo. Por eso en estas noches, cuando me quedo conversando y rezando con ella, le digo: "Tengo que pedirte perdón por muchas cosas seguramente, porque tú te has aguantado mucho conmigo, pero nunca me lo demostraste".Pero Claudio Di Girolamo, quien desde que conoció a...
Para continuar leyendo
Solicita tu prueba