El centro histórico como proyecto y objeto de deseo. - Vol. 31 Núm. 93, Agosto 2005 - EURE-Revista Latinoamericana de Estudios Urbanos Regionales - Libros y Revistas - VLEX 55690775

El centro histórico como proyecto y objeto de deseo.

AutorCarri
  1. Introducción

    Con este artículo se presentan algunas hipótesis e ideas respecto de la relación entre el centro histórico, el espacio público y los grandes proyectos urbanos (GPU), partiendo del entendido que el centro histórico es un espacio público por excelencia, y por tanto, un elemento articulador de la ciudad, lo cual le convierte --por sí y ante sí- en un GPU. Esta propuesta se desarrolla en el contexto optimista de la ciudad como solución y en la consideración del centro histórico como objeto del deseo. Para desarrollar esta idea se parte de los siguientes tres principios orientadores.

    Primero, es necesario partir con una visión optimista de la ciudad en el sentido de que la ciudad es menos un problema y más una solución. Y esta visión tiene que ver con la necesidad de superar el estigma y pesimismo que se ha hecho de ella, en un doble sentido: por un lado, como si fuera una fuente de anomia y caos que se expresa, por ejemplo, en una condición de selva de cemento, en una fuente que genera violencia o en un espacio creador de pobreza (neomaltusianismo), y por otro, en el decreto de muerte que se hace periódicamente de la ciudad (1). De estas concepciones negativas sobre la ciudad se llegó a pensar que para resolver estos problemas había que detener el proceso de migración del campo a la ciudad para que no siguiera creciendo, y para de esa manera, detener los problemas.

    A estas alturas de este siglo, y después de haber tenido un acelerado proceso de urbanización en América Latina (2), se puede afirmar sin temor a equivocación que en las ciudades se reduce la pobreza, al menos desde la perspectiva de las necesidades básicas insatisfechas (NBI). Según Jordán y Simioni (2002, p. 15), "en todos los países la pobreza tiende a ser mayor en las áreas rurales que en las urbanas, y tiende a ser menor en las ciudades más grandes que en las intermedias y pequeñas [...] Por el contrario, en la mayoría de los países la concentración urbana no ha sido un factor negativo, pues ha permitido el acceso a bienes y servicios en una medida bastante mayor que la prevaleciente en tiempos de predominio rural".

    Por otro lado, en las ciudades es más factible cambiar los patrones inequitativos de género que en el campo (Arboleda, 1999), porque mientras en éste están asentadas las tradiciones culturales que le asignan roles asimétricos y específicos a la mujer, en la ciudad ella se hace pública, se hace libre.

    Un segundo punto que guía la exposición se refiere al hecho que en América Latina se está viviendo una revalorización de la ciudad construida, y dentro de ella, con un grado aún mayor, de los dos tipos de centralidad: la histórica y la urbana --que en algunos casos coinciden-, en un contexto de internacionalización. Esta revalorización tiene, entre otros, dos determinaciones explícitas: el proceso de globalización y la transición demográfica.

    El regreso a la ciudad construida se debe a que el proceso de globalización introduce, por ejemplo, dos variables significativas a nivel urbano: por un lado, la reducción de los territorios distantes, el cambio en las velocidades de las ciudades y la disminución de los desplazamientos de la población por la introducción de las nuevas modalidades de la cultura a domicilio, entre las que se puede mencionar el tele-trabajo, el cine y la comida; y por otro, el que los ámbitos de socialización fundamentales se realizan en espacios públicos significantes como las centralidades o los llamados "artefactos de la globalización" (De Mattos, 2002).

    La revalorización de la ciudad construida proviene también de la transición demográfica, que se explica por el hecho de que si en 1950 América Latina tenía una concentración de la población en ciudades que bordeaba el 41%, a inicios del siglo XXI se ha llegado a una cifra cercana al 80% (HÁBITAT, 2000); lo cual significa que en un período de un poco más de 50 años se ha reducido significativamente la población en capacidad de migrar, del 60% que existía en 1950 a sólo el 20% que hay en la actualidad.

    Este cambio demográfico tiene dos consecuencias directas para el análisis que interesa: por un lado, que las ciudades dejan de crecer en la forma acelerada que lo venían haciendo (3), con lo cual se puede empezar a pensar menos en una ciudad de la cantidad y más en una de la calidad, y por otro, que se cierra del ciclo de la migración del campo a la ciudad y se abren nuevas formas de migración, como la internacional y la peri-urbana. La migración internacional da lugar al nacimiento de las segundas, terceras y cuartas ciudades de nuestros países por fuera de los territorios nacionales, e incluso, de América Latina (4). Pero también a que la región reciba un flujo de recursos económicos por concepto de remesas no inferior a los treinta mil millones de dólares como promedio anual (Avalos, 2002).

    La globalización y transición demográfica conducen a la existencia de un doble movimiento interrelacionado en la ciudad: el regreso a la ciudad construida en un contexto de internacionalización, que lleva a la necesidad de introducir el concepto de introspección cosmopolita como rasgo distintivo de la actual urbanización en América Latina, diferente al del período anterior caracterizado por la periferización y la formación de áreas metropolitanas.

    En el contexto de estos cambios que está sufriendo la ciudad en América Latina, la centralidad histórica debe readecuarse a las nuevas funciones, para lo cual recurre a la promoción y construcción de GPU. En esta re-adecuación a los polos de punta del desarrollo urbano, se requieren enormes inversiones que le pongan al día dentro de la ciudad, de tal manera que no sea un freno y sí un motor de aceleración. En el centro histórico de Quito se tiene una inversión anual promedio no menor a los 20 millones de dólares, en La Habana una cifra parecida y en México una cantidad superior. Y en los tres casos la inversión es creciente.

    Y aquí aparece la doble condición que guía el presente trabajo: el centro histórico es el espacio público por excelencia de la ciudad, y por ello, se debe convertir en la plataforma de innovación del conjunto de la urbe y en objeto del deseo de la ciudad posible; es decir, la centralidad histórica debe ser entendida como proyecto y no sólo como memoria.

    Para desarrollar esta propuesta, se seguirá una lógica expositiva donde se tratarán los siguientes aspectos: primero se formularán tres hipótesis respecto del destino de los centros históricos: el fin de los centros históricos, las nuevas centralidades históricas y el fortalecimiento de la centralidad para --en esta última hipótesis- concebirlo dentro del deber ser a partir de su consideración como GPU. Luego se desarrollará la propuesta del centro histórico como el espacio publico por excelencia de la ciudad, que viene de la simbiosis (encuentro), lo simbólico (identidades) y la polis (cívico), y que como tal, debe volver a ser el elemento estratégico de la estructura de la ciudad. En tercer lugar, se busca presentar al centro histórico como proyecto, como el GPU que le permita convertirse --desde sus raíces históricas y culturales- en el elemento transformador de la ciudad en su conjunto. Finalmente, se presentarán algunas conclusiones surgidas de estas reflexiones.

    En otras palabras, el momento que se vive dentro del patrón de urbanización en la región --de "introspección cosmopolita", producto de la globalización y la transición demográfica- valoriza el significado y función de los centros históricos, lo cual permite pensar en el futuro de éstos en un contexto optimista de la ciudad. Es decir, concebir al centro histórico como un proyecto de deseo.

  2. Hipótesis sobre el futuro de los centros históricos

    En América Latina el patrón de urbanización ha entrado en un franco proceso de transformación; si en la década de los '40 la urbanización se dirigió hacia la expansión periférica, en la actualidad lo hace hacia la ciudad existente: se pasa de una tendencia exógena y centrífuga del desarrollo urbano hacia una endógena y centrípeta. Es una urbanización que transita del tradicional concepto de ciudad frontera a otro de ciudad en red.

    Con esta vuelta de prioridad a la urbe construida (5), el centro histórico cobra un peso singular y su naturaleza cambia; se plantean nuevos retos vinculados a las accesibilidades, a las centralidades intraurbanas, a las simbologías existentes y a las relaciones sociales que le dan sustento; se revaloriza la centralidad histórica y se plantea el reto de desarrollar nuevas metodologías, técnicas y conceptos que abran nuevas perspectivas analíticas y mecanismos de intervención que superen los paradigmas monumentalistas.

    ¿Qué puede pasar con los centros históricos en este contexto, si tenemos en cuenta que son un producto histórico que nace, se desarrolla y muere, como todo proceso social? También es necesario interrogamos respecto del destino que pueda tener la transformación y re-funcionalización de la centralidad histórica en relación al conjunto de las estructuras urbanas (6) .

    Intentar responder estas preguntas lleva a formular tres hipótesis respecto de su posible devenir, que en la realidad son más una combinación de ellas que las mismas en estado puro (aunque siempre existe una con mayor peso sobre las otras). Pero independientemente de las hipótesis planteadas, los centros históricos están viviendo una dinámica que hace pensar que su futuro está en juego y que en mucho dependerá de las políticas que se diseñen, más aún si no se reconoce las limitaciones que tienen los enfoques conservacionistas y desarrollistas. En la primera hipótesis se privilegia lo antiguo bajo denominaciones historicistas, y en la segunda hay una negación de lo antiguo por lo nuevo que se fundamenta en el "fin de la historia", porque la renovación se vacía de referentes históricos.

    Estas hipótesis son las siguientes:

    2.1. Podemos estar viviendo el fin de los centros históricos

    Si partimos por la opción más negativa y pesimista, se...

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