Celebración de la animita: ofrenda y protección del alma de los difuntos
"En Chile, la animita es un objeto instalado en el espacio público a raíz de una muerte inesperada, accidental, muchas veces trágica y brutal", escribe Claudia Lira en su artículo para el libro "Lecturas de la animita. Estética, identidad y patrimonio", recién publicado por Ediciones UC. "Su aparición -prosigue- no es instantánea, sino un proceso sujeto a los rasgos de la muerte acaecida. Los restos del fallecido y la sangre derramada son tratados ritualmente: los primeros son asumidos como lo entrañable, se recogen y acumulan en el sitio del suceso (como prueba del hecho) hasta quedar como elementos que acompañarán, posteriormente, a la animita. La sangre es una extensión de la vida del difunto que marca, demoniza y sacraliza el espacio. Ambos elementos son asistidos con profundo respeto y cuidado, pues se cree que el ánima queda prendida de ellos".
Origen híbrido
Claudia Lira Latuz es académica de la Facultad de Filosofía de la Universidad Católica y editora del libro que reúne 12 ponencias sobre el tema, presentadas en un coloquio durante el cual se abordaron sus relaciones con la religiosidad popular, el arte, la ritualidad en torno a la muerte y el paisaje cultural de los caminos. Candidata a Doctora en Filosofía, con mención en Estética y Teoría del Arte de la Universidad de Chile, es también autora de "El rumor de las casitas vacías, estética de la animita" (2002), estudio de referencia obligada junto con "L'animita", de Oreste Plath (1993). Lira detecta, como la mayoría de los investigadores -incluido el padre Raúl Feres-, un origen "híbrido" en esta manifestación popular, que proviene de fuentes europeas y precolombinas. Según Pía Readi Garrido en su ponencia "Origen e historia de la animita", se combinan en ella tradiciones católicas provenientes de España, como el culto a los santos, y las costumbres basadas en la devoción a los antepasados, características del pueblo indígena, "el cual señala que los muertos cuidan a sus parientes y se quedan cerca de ellos, son parte viva y activa de la comunidad y de la familia".
Cuando llegaron los conquistadores, encontraron las llamadas apachetas, o apachitos, a lo largo de los caminos altiplánicos de Perú, Bolivia, Argentina y el norte grande de Chile. Sonia Montecino las define como un "conjunto de piedras que constituye un espacio sagrado al que hay que retribuir en rezos u ofrendas". Las apachetas se levantaban en honor a la Pachamama, a los espíritus del lugar y a los antepasados, con el objeto de propiciar un viaje tranquilo. Readi informa que algunas sobreviven hasta hoy en el norte de Chile, aunque cuesta diferenciarlas de las animitas, pues las ofrendas de piedras dieron paso a flores y empezaron a construirse casitas...
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