Cartagena: literatura, elitismo y muchedumbre - 18 de Enero de 2015 - El Mercurio - Noticias - VLEX 553242322

Cartagena: literatura, elitismo y muchedumbre

El poeta es Vicente Huidobro, "bastón de tallada encina en mano, pistola al cinto". La colina, la que aloja su casa, en Cartagena. Que heredó en 1938 como parte del predio Lo Huidobro, y que hoy alberga el museo que lleva su nombre. Allí se radicó en 1945, cuando volvió de la Segunda Guerra Mundial -con el teléfono de Hitler a cuestas, según él-; allí murió el 2 de enero de 1948, luego de un derrame cerebral que lo atacó -se supone- mientras caminaba desde la estación del tren hasta su casa. (En el cuento "La muerte del poeta", donde el vate se llama Javier Corales, Enrique Lafourcade ficciona ese momento).

En el cortejo fúnebre estaba el crítico Hernán Díaz Arrieta, Alone, quien escribió una crónica sobre "esa ceremonia triste, patética, rara, desolada y tan terriblemente significativa de sus funerales". Rara, entre otras cosas, porque, ya en el cementerio, el ataúd no cabía en el nicho dispuesto. "Miran entonces alrededor y divisan por allá un hueco desocupado", escribe Alone. El lugar era para otro, "no importa", dijo alguien, "ese no piensa morirse". Miden el espacio con una rama, miden el ataúd: "Cabe. / Ahí quedó". Hasta que, conseguidos los permisos, fue trasladado a la cima de la colina donde actualmente se puede visitar su tumba y leer el tantas veces citado epitafio: "Aquí yace el poeta Vicente Huidobro/ Abrid la tumba/ Al fondo de esta tumba se ve el mar".

Huidobro escribió, paseó, jardineó en Cartagena. Allí llegaban sus amigos-discípulos, especialmente Eduardo Anguita y Braulio Arenas, quienes tenían una pieza en el lugar; también Volodia Teitelboim y Godofredo Iommi, quien en 1981 recordaba que un día coronaron a Huidobro como "poeta nórdico anti-súrdico, y súrdico antinómico".

Otro amigo, el poeta y periodista Mario Ferrero, recuerda en un artículo publicado en 1965 la fallida invasión a la casa de Neruda. Alguien recordó que este pasaba sus vacaciones en El Tabo, y propuso asaltar la casa y secuestrar al poeta. Huidobro dijo que su hermano, Domingo, tenía en Lloleo una colección de espadas, armaduras, escudos y otros trastos. La pidieron prestada, también unos caballos, y partieron con "lanzas, machetes, sables de doble empuñadura, cimitarras y ballestas del año del Rey Perico". El calor era tanto que pararon a tomar una "pílsener". "Y allí mismo terminó la invasión. A medianoche nuestro ejército diezmado e irreconocible por la tierra, vencido pero alegre por efecto de las muchas libaciones, volvía cantando por la orilla del...

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