Calle y gobierno - 25 de Julio de 2014 - El Mercurio - Noticias - VLEX 521227494

Calle y gobierno

Ya es un lugar común decir que ha habido un cambio profundo en el mundo, por lo fácil que es conectarse en línea, y de allí organizarse para salir a protestar. No hay duda de que la red ha bajado el costo de convocar a una protesta, y subido el de reprimirla. Pero no hay que exagerar. No es tan claro que haya ahora más protestas que antes. Dudo que en Francia se hayan superado alguna vez las magnas manifestaciones estudiantiles de mayo 1968, y en Chile, las de 2011 no creo que excedan las de hace medio siglo, cuando hasta los candidatos presidenciales llenaban la Alameda.

Los actos callejeros no solo no son ni más grandes ni tan distintos a los de antes. Como antes, expresan emociones pasajeras y cambiantes. Un ejemplo notorio es el de la Plaza Tahrir en El Cairo. Allí las multitudes exigieron y lograron la caída de Mubarak. Después celebraron el triunfo de Morsi. Después exigieron su renuncia. Después celebraron el triunfo del general Sissi.

Las protestas no solo son efímeras e inconstantes: son de dudosa representatividad, por el hecho obvio de que la mayoría de la gente -la mayoría silenciosa- no sale a protestar. Los que sí se molestan en hacerlo tienden a estar motivados por fuertes pasiones coyunturales, más aún ahora que el internet, a diferencia de medios más antiguos, es capaz, sin necesidad de economías de escala, de convocar a grupos de interés de tamaño ínfimo. Finalmente, las protestas tienen otra característica esencial: los que acuden a ellas suelen volverse insaciables en sus demandas cuando el gobierno se apresura en acatarlas, porque la sensación de triunfo los tienta, por instinto, a querer probar los límites. Es así que en Chile protestas para extender el pase escolar terminaron exigiendo la nacionalización del cobre. Desde luego un sobregiro de este tipo termina creando anticuerpos, por lo que las protestas se vuelven impopulares: en una encuesta del CEP de hace un año, la aprobación del movimiento estudiantil había bajado a un exiguo 23 por ciento.

Por todo esto, los buenos gobiernos son aquellos que, sin...

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