Antecedentes generales - Núm. 18, Mayo 2008 - Serie de Publicaciones Especiales - Cuadernos de Análisis Jurídico - Libros y Revistas - VLEX 399730366

Antecedentes generales

AutorMacarena Vargas Pavez - Lidia Casas Becerra - María José Azócar Benavente
Páginas11-24

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ANTECEDENTES GENERALES

Los principales antecedentes teóricos que han servido de base para este estudio se relacionan con la comprensión de la familia como una categoría compleja y dinámica que, en los últimos años, ha experimentado importantes cambios. Estas transformaciones –que se observan no sólo en nuestro país sino, también, en el ámbito internacional– han redef‌inido la estructura familiar en términos sociodemográf‌icos, pero también culturales –qué se entiende por “ser” familia– lo que incide en las formas como la sociedad y los individuos def‌inen y enfrentan sus conf‌lictos. Sólo así creemos que se podrá situar la relevancia de los mecanismos opcionales de resolución de conf‌lictos. Todo lo cual se trata en la primera parte de este capítulo.

En un segundo apartado se presenta un breve panorama del contexto donde se ha desarrollado la mediación familiar en nuestro país. La cual, como una estrategia innovadora en el sistema de justicia, no ha estado exenta de problemas en su instalación y legitimación, cuestión que explica en gran parte los principales desafíos que se han propuesto en esta investigación.

En tercer lugar, se ofrece una ref‌lexión en torno a la preocupación del Estado y particularmente del SERNAM sobre las implicancias de la incorporación del género en el sistema legal y judicial chileno. Ello, con el f‌in de contextualizar cómo hoy el interés se sitúa en la resolución de los conf‌lictos familiares, en general, y en la mediación, en particular.

1. LAS FAMILIAS Y SUS CONFLICTOS

La actual discusión pública en el ámbito internacional respecto a las transformaciones sociodemográf‌icas de la familia (Anthony Giddens1, Michelle

1Anthony GIDDENS, La transformación de la intimidad. Amor, sexualidad y erotismo en las sociedades modernas, Madrid, Teorema-Cátedra, 1992.

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Perrot2, Ulrich Beck3y Elisabeth Beck-Gernsheim4, entre otros) ha tenido el mérito de poner en evidencia la variabilidad y dinamismo de las funciones y signif‌icados que ocupa esta institución.

Así, por ejemplo, ya no parece tan claro que la familia se identif‌ique con hogar, puesto que las personas que son parte de ella no necesitan estar localizados en un mismo lugar ni requieren estar emparentados por lazos de f‌iliación. Tampoco la familia pareciera ser un grupo de fronteras muy rígidas, ya que padres o madres solteros/as, parejas de hecho o convivientes, familias mixtas o parejas homosexuales son cada vez más numerosas y visibles, y por ello, cada vez menos sancionadas por no corresponder con las ideas de una familia “normal”.

Asimismo, la desestabilización del modelo preindustrial de familia ha signif‌icado una redef‌inición de los papeles masculino y femenino que tradicionalmente habían sido comprendidos a partir de criterios estamentales y productivos5. De esta forma se ha dejado atrás

“un patrón de familia presidida por la autoridad y responsabilidad económica masculina, cuyo gobierno interior corresponde a las mujeres, que son def‌inidas y se def‌inen en términos identitarios como madres y esposas”6.

Por lo tanto, en el horizonte de las sociedades posindustriales y, gatillado por el proceso de emancipación de las mujeres –quienes comenzaron paulatinamente desde la segunda mitad del siglo XX a ocupar espacios que hasta ese momento les habían sido relegados, constituyéndose ahora en actores sociales y sujetos de derechos–7, ha emergido una nueva categoría –la familia democrática8– que ha interrogado a los sujetos y ha presionado por reinventar el modo de vivir y hacer familia.

Recogiendo este debate, en nuestro país se ha realizado una serie de investigaciones9que ha constatado –a partir de la revisión de los cambios socio-

2Michelle PERROT y Anne Martina FUGIER, “Los actores”, en Philippe ARIÈS y George DUBY (directores), Historia de la vida privada, Madrid, Taurus, 2001, tomo 4: De la Revolución Francesa a la Primera Guerra Mundial.

3Ulrich BECK y Elisabeth BECK-GERNSHEIM, El normal caos del amor, Barcelona, Paidós - Serie Contextos, 2001.

4Elisabeth BECK-GERNSHEIM, La reinvención de la familia. En busca de nuevas formas de convivencia, Barcelona, Paidós-Contextos, 2000.

5PERROT y FUGIER, op. cit.

6Ximena VALDÉS, Christine CASTELAIN y Margarita PALACIOS, Puertas adentro: femenino y masculino en la familia contemporánea, Santiago, LOM Ediciones, 2006.

7Manuel CASTELLS, capítulo 4: “El f‌in del patriarcado: movimientos sociales, familia y sexualidad”, en La era de la información, México, Siglo XXI, 2000, vol. II.

8GIDDENS, op. cit.

9INE, Cuánto y cómo cambiamos los chilenos: balance de una década, censos 1992-2002, Santiago, Cuadernos Bicentenario- INE, 2003; José OLAVARRÍA, Masculinidad/es. Identidad, sexualidad y familia, Santiago, FLACSO-Chile, 2003.

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demográf‌icos que han experimentado las familias chilenas– un paulatino cuestionamiento del “modelo tradicional” de familia.

En términos de indicadores de los cambios, por citar algunos ejemplos, en Chile se ha registrado una baja de las tasas de nupcialidad de 8.0 en 1988 a 4.2 en el año 2001; el número de hijos por mujer ha disminuido de 4.6 en 1950 a
2.26 en el 2002; el año 2000, el 48% de los nacimientos se produjo fuera del matrimonio y ha aumentado el nivel educacional femenino, lo que ha favorecido en parte la participación de las mujeres en el trabajo, incrementándose de 28,1% en 1992 a 35,6% en el año 2002. El Censo del año 2002 muestra que el 32% de los hogares tenía una jefatura femenina, y que ésta era en un 85%, de una familia monoparental, un aumento de siete puntos en una década10.

Por otra parte, los resultados de la encuesta realizada por la Universidad Academia de Humanismo Cristiano, muestran que hay una aspiración a que la distribución de las labores rutinarias como cocinar, hacer el aseo y organizar las tareas domésticas sean compartidas (54,4%) entre hombres y mujeres, pese a que éstas son sus principales responsables11.

Ahora bien, un cambio cultural de esta envergadura no es ajeno a resistencias, rupturas y desórdenes. Sobre todo si se considera la distancia que existe entre las expectativas normativas de los sujetos y sus comportamientos concretos. Esta brecha o falta de coherencia discursiva y actitudinal de cara a los asuntos de género y de familia, se agudiza12.

De esta forma, los nuevos cambios sociodemográf‌icos, si bien han abierto nuevos referentes identitarios para los individuos, han desplegado incertidumbres y ansiedades, obligando a los sujetos y familias a reacomodarse ante este nuevo escenario. Guillermo Sunkel lo pone en los siguientes términos:

“Este cambio ha signif‌icado que en la actualidad una alta proporción de las familias en América Latina esté intentando buscar un equilibrio entre las responsabilidades laborales y aquellas relacionadas con el cuidado del hogar. Las familias se encuentran navegando en un territorio incierto donde, por una parte, existe la expectativa que las madres asuman la responsabilidad principal por los cuidados del hogar y, por otro lado, que todos los adultos participen en el mercado laboral. Pero mientras se ha ampliado el acceso de la mujer al trabajo remunerado, lo que consume tiempo que tradicionalmente

10Véase, INE, Mujeres chilenas. Tendencias en la última década, censos 1992-2002, Santiago INE y SERNAM, 2004, p. 20.

11UNIVERSIDAD ACADEMIA DE HUMANISMO CRISTIANO, Encuesta nacional de opinión “Las chilenas y los chilenos frente a la modernización: seguridad ciudadana, relaciones de género y relaciones étnicas”, Primeros Resultados 2004, p. 40 en http://www.academia.cl/inv/enc_2003.pdf accesado el 21 de diciembre de 2005.

12Margarita PALACIOS, “La subjetividad y los límites del liberalismo en Chile”, en Ximena VALDÉS, Christine CASTELAIN y Margarita PALACIOS, Puertas adentro: femenino y masculino en la familia contemporánea, Santiago, LOM Ediciones, 2006.

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ella dedicaba a cubrir las responsabilidades familiares, no se ha producido un cambio equivalente en la redistribución del tiempo que los hombres dedican al trabajo y al hogar”13.

En algunos estratos socioeconómicos la participación de las mujeres en el mundo público del trabajo remunerado es una exigencia más que una opción: búsqueda de una respuesta para salir de la pobreza, mejorar las condiciones de vida del grupo familiar o asegurar condiciones de subsistencia cuando esté ausente el hombre14. Por eso es que este proceso de desinstitucionalización o diversif‌icación de las familias –proceso al cual no escapan las familias chilenas– no signif‌ica necesariamente que se dejen a un lado los ideales tradicionales. En otras palabras, ella sigue siendo una fuente de sentido para los individuos, compensando de ese modo la pérdida de su rol como unidad productiva. Pero ello se experimenta como una realidad llena de fricciones y contradicciones.

Así, por ejemplo, a pesar de la disminución de las tasas de natalidad, los/as hijos/as siguen constituyéndose “para muchas mujeres y hombres una fuente elemental de felicidad. El hijo abre nuevos aspectos de la vida; proporciona sentido, arraigo emocional”15. Lo mismo sucede con el amor en el matrimonio –a pesar de la notoria disminución de esta institución– que llega a erigirse casi como una religión terrenal:

“el matrimonio por amor como romanticismo normalizado no sólo debe facilitar seguridad económica, paternidad, etc., sino el autoencontrarse y autoliberarse mutuos, la cuadratura del círculo de la aventura permanente y expresiva conservando constante la relación de conf‌ianza con la pareja”16.

Para el caso de nuestro país, estas paradojas se pueden observar, por ejemplo, a partir de los resultados del Informe de Desarrollo Humano en Chile de 200217. En él se indica que la familia es considerada como un lugar de encuentro, de refugio y de amor frente a las adversidades del mundo externo, pero por...

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