¿Pero quién le enseña al administrador a ser administrador? - Segunda parte. La formación del administrador - Las escuelas de administración, ¿enseñan a administrar? - Libros y Revistas - VLEX 330054071

¿Pero quién le enseña al administrador a ser administrador?

AutorOscar Johansen
Páginas153-176
153
La conclusión inicial a la cual arribábamos en los
comienzos de esta segunda parte debería haber
dejado en claro que las escuelas universitarias
de administración de pregrado no entregan
a sus egresados la capacidad de administrar
organizaciones sociales. Esta ha sido la tesis
central de este trabajo, como lo indica su título.
A través de nuestras discusiones posteriores
estamos ahora en condiciones de generalizar
aún más esa afirmación, extendiéndola al resto
de la totalidad de la enseñanza universitaria
en todos los grados que éstas ofrecen. De esta
forma, creemos estar en posición de señalar
de manera enfática que las universidades no
forman administradores. Entendiendo a estos
últimos como aquellos que cumplen un rol de
administrador general, aquel que se encuentra
en la cúspide de la pirámide jerárquica de las
organizaciones sociales, cualesquiera sean las
características propias de esa figura o de esa
organización.
Es posible que esta conclusión pudiera consti-
tuirse en una fuerte crítica hacia las instituciones
universitarias que en nuestro país, y también
fuera de él, desarrollan la enseñanza superior
en materias relacionadas con la gestión y direc-
ción de las organizaciones sociales. A nuestro
juicio, acusarlas de engaños, de no cumplir con
aquello que ofrecen sería una gran injusticia
y, más aún, podría afectar a una actividad que
no sólo es importante sino que también crítica,
como lo es el desarrollo eficiente de todas las
organizaciones sociales que existen en un país.
Organizaciones que son necesarias para el lo-
gro de un desarrollo humano adecuado tanto
para las personas como para la comunidad que
ellas forman. Porque cuando hablamos de esas
organizaciones sociales nos estamos refiriendo
a todas aquellas que forman y educan a los
ciudadanos del país, a las que se preocupan
de su salud física y mental o que les permiten
desarrollar una actividad concreta y también
los proveen de los bienes y servicios necesarios
para su vida y la de los suyos.
Creemos que todo esto se produce por-
que existe una verdadera confusión en el uso
impreciso de las palabras administración y ad-
ministrador. Por una parte, ella se usa para
designar a un rol particular dentro de una or-
ganización social y que es el significado que
aquí le hemos dado y la forma en que hemos
caracterizado al personaje que desarrolla ese
rol, al administrador general o, de una manera
más coloquial, al jefe. Pero también se suele
calificar como administrador a cualquiera que
ejecuta alguna actividad dentro de los sistemas
sociales, en particular, en las empresas.
De esta forma, un administrador es aquel
que vende, lo mismo es válido para aquellos
que llevan su contabilidad o los que fijan los
precios de los bienes y servicios que se producen
en una organización. En este sentido, adminis-
trar significa desarrollar cualquiera actividad
dentro de una organización social dirigido al
manejo de acciones destinadas al comercio o
al negocio que desarrolla el sistema. En el caso
de las universidades estadounidenses éstas han
desarrollado carreras en business, es decir, en
negocios y, como fue en ese país en el cual se
iniciaron esos estudios, ellos han mantenido su
denominación inicial, es decir, como school of
business. Pero, aunque la palabra business designa
11. ¿PERO QUIÉN LE ENSEÑA AL ADMINISTRADOR A SER
ADMINISTRADOR?
LAS ESCUELAS DE ADMINI STRACIÓN ¿ENSEÑAN A ADMINISTRAR?
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algo diferente de lo que significa administra-
ción, en nuestro país y en otros lugares del
mundo se ha considerado que ambas palabras
son sinónimos.
Hasta hace algún tiempo, en nuestro país
era en las universidades que estas materias ge-
neralmente se encontraban dentro del dominio
de facultades de economía y administración.
Por supuesto que ello contribuía a crear las
confusiones que estamos señalando aquí. Sin
embargo, es interesante observar que en la
actualidad se ha producido un movimiento que
tiende a modificar esta situación al comenzar
a ser reemplazada la palabra administración
por negocios en el nombre de esas facultades.
Creemos que ello puede ayudar a aclarar el
objetivo que estas escuelas persiguen y que,
repetimos, no es la de preparar administra-
dores generales. Una carrera de pregrado que
intentara hacer eso sería equivalente a una
escuela destinada a formar padres de familia
con estudiantes que aún no han pensado en
contraer matrimonio.
Pero creemos que todo lo que hemos dis-
cutido aquí no nos entrega argumentos para
responder a una pregunta no sólo lógica, sino
que muy relacionada con nuestra conclusión:
Dado el hecho real que existen y han existido
administradores generales a cargo de todas las
organizaciones sociales ya sean éstas creadas
por la naturaleza o por los hombres, y dado
que una buena mayoría tiene y ha tenido éxito
en el desempeño de ese rol. ¿Cómo o dón-
de aprendieron el oficio de administrador
general? Desde luego que la respuesta a esta
interrogante no puede basarse en el azar y
las coincidencias, dado el número de éxitos
obtenidos. Ella debe identificar elementos
estructurales que expliquen esto que parece
ser contradictorio.
En este capítulo final trataremos de con-
testar esta interrogante y, además, terminarlo
tratando de destacar el papel que han jugado los
administradores en el desarrollo de la evolución
cultural, considerando que la historia no les
ha otorgado el reconocimiento que creemos
que se merecen.
11.1. LA MADUREZ COMO UN
PRERREQUISITO PARA EL
DESARROLLO DE LA CAPACIDAD
PARA ADMINISTRAR
Creemos que una de las razones que pueden
contestar esta interrogante ya la insinuábamos
en la primera parte de este trabajo. Concreta-
mente, tiene que ver con la experiencia y la
madurez que poseen normalmente los estu-
diantes cuando se encuentran preparándose
para convertirse en profesionales, en nuestro
caso, en las materias propias de la administra-
ción. Como normalmente sucede, la edad que
tienen esos estudiantes no les ha permitido
aún construir una experiencia y una madurez
relativamente sólida en esas actividades. Frente
a esta situación, prácticamente no le es posible
a la universidad, cualquiera sea su nacionalidad,
inventar un programa de “cursos” que pudiera
ser dictado en una sala de clases, bajo la direc-
ción de algún profesor, utilizando el método
de casos o el desarrollo de otras experiencias
ficticias. En otras palabras, la formación de
administradores exige de sus estudiantes una
experiencia previa, en especial acerca de la
conducta humana y de las organizaciones so-
ciales, la que no es posible construir al interior
de la universidad. No debemos olvidar que el
administrador a que nos referimos es esencial-
mente un administrador de personas.
Pero para saber dónde encontrar esa expe-
riencia se hace necesario entender qué clase de
experiencia es la que se busca. Podemos definir
la experiencia como “el hábito que se adquiere
de conocer y manejar asuntos y negocios por el
mismo uso y práctica de ellos” (R. Barcia). La
experiencia entonces es la información que va
acumulando un individuo a través de su vida y
que se constituye en su conocimiento del mun-
do y de la realidad. Puesto de otra forma, es el
conocimiento que obtiene simplemente por el
hecho de desarrollar su vida. El ser humano
lo adquiere cuando se enfrenta a situaciones
problemáticas y evalúa la conducta que siguió
para alcanzar los resultados obtenidos. En otras
palabras, la forma con que buscó resolver esas

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