Adiós a los niños - 3 de Julio de 2022 - El Mercurio - Noticias - VLEX 907062341

Adiós a los niños

Acostumbrados a pensar la esfera pública como un ámbito de raciocinio, como una especie de conversación ampliada (como la presenta Habermas, quien escribió un famoso libro sobre el tema) o tentados a veces a confundirla con el Estado (en este caso no es posible citar a nadie a la altura), olvidamos que lo público es también el espacio donde la gente, hombres y mujeres, se muestra.Lo público como exhibición.Hacia el final de su vida, Hanna Arendt sugirió que para el ser humano era más importante aparecer que ser, y daba como ejemplo la actitud de los niños para quienes el mundo al que se asoman parece ser un escenario en el que quieren llamar la atención y mostrarse. Es probable que en esa actitud haya narcisismo (la infancia humana es eso), pero también un anhelo de existir o, mejor, de que los demás al vernos acrediten nuestra existencia. No es vanidad el impulso que mueve a mostrarse, sino la necesidad de reconocimiento, la necesidad de que los demás acrediten mi presencia y mi lugar en el mundo.Y es que hay grupos que, atendida su situación subordinada en la estructura social, deben comportarse, para ser vistos, como niños.Y quizá eso explique la conducta de muchos convencionales que se despedirán mañana.Muchos grupos sociales -clases, etnias, minorías sexuales, nuevas generaciones- habían sido mantenidos en las sombras o en una segunda línea en el Chile contemporáneo. Su presencia estaba casi siempre mediada por los grupos gobernantes -technopols, élites económicas, dirigentes políticos- que les conferían una presencia conceptual en sus discursos; pero los mantenían alejados del ámbito de las decisiones efectivas.En una palabra: amplias zonas de la diversidad de la vida social opacadas y casi invisibles.Y quizá eso explique que la Convención, antes que un ejercicio deliberativo o de diálogo racional, se haya transformado por momentos en un puro escenario, un lugar de performances y de quejas, un sitio donde, por momentos, se trataba, más que de razonar, de mostrarse o exhibirse, de salir de las sombras.Cuando Elisa Loncon presidió la Convención ataviada como lo ordena su cultura, lo que se ponía ante los ojos de todos era una identidad que, hasta ese momento, estaba relegada al relato historiográfico, oculta en los pliegues de la historia nacional. Su presencia fue por eso más importante como símbolo que como discernimiento, era su imagen más que su palabra lo importante. Carente de conocimientos constitucionales, era su dimensión...

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