'El Ébola hace que el humano empiece a ser dominado por su miedo'
-Estas son historias donde las personas no solo sufren la muerte de un pariente. Su propia vida se transforma por completo. Por haberse contagiado, su casa es intervenida y en muchos casos quienes sobreviven pierden su trabajo y la comunidad los rechaza, porque nadie entiende que ya están bien, que ya no son un riesgo. Es terrible -comenta.
Ahora Erika García se alista para viajar a la llamada "zona cero": la segunda semana de noviembre partirá a Liberia.
-Y sí, da miedo -reconoce-, porque uno siente que está llegando más cerca del virus. Eso genera un poco de ansiedad, no voy a decir que no. Pero la epidemiología es lo que a mí me gusta. Yo he estudiado y trabajado justamente para esto y para mí ha sido una experiencia muy positiva. En Nigeria, todo el equipo de respuesta -los epidemiólogos, los químicos, los trabajadores, hasta las secretarias-, todas las personas que tenían hasta un mínimo rol en ese equipo tenían miedo. Pero todos tenían el compromiso de parar el virus. Era su país. Yo creo que si esto pasara en Chile, habría gente que haría lo mismo.
A principios de agosto, Erika García llegó a Lagos, la ciudad más populosa de Nigeria, para sumarse al equipo que trabajaba en el Centro de Operaciones de Emergencia. Lo hizo pocos días después de que se confirmara el primer caso, el de un diplomático oriundo de Liberia que, luego de presentar los síntomas, ingresó a una clínica privada. El problema fue que guardó silencio: no contó que su hermana había muerto por el virus semanas antes. Solo él generó 11 contagios: el equipo de médicos y enfermeras que lo atendieron y que, a su vez, generaron otra serie de nuevos casos.
-Cuando llegué me encontré con una ciudad muy grande, de 20 millones de personas. Imagínate lo que es llegar a una ciudad así, donde todos están pensando en el ébola -dice.
-Teníamos un equipo que llegó a crecer a 150 personas. Había médicos de la OMS, de Médicos Sin Fronteras y Unicef, entre otros organismos, pero también muchos nigerianos, como el médico que lideraba el equipo, y también los epidemiólogos que iban a las casas a hacerles seguimiento a los contactos, como se llama a las personas que han estado en contacto con los contagiados -explica Erika.
A cada contacto se lo seguía 21 días: iban, les tomaban la temperatura, registraban la información clínica de cómo seguía la salud de cada persona.
-Mi rol era entrenar a las personas, decirles cómo protegerse. Cada uno tenía la instrucción de que si no llegaba a ver al contacto porque no se dejó ver o si había pasado algo que no era normal, por ejemplo, que una persona los había tocado, tenía que reportarnos a nosotros.
-Quienes iban a entrevistar a los posibles contagiados luego estaban en contacto con usted y muchas otras personas. ¿Qué sensación imperaba entre el equipo?
-Miedo, claro que daba miedo. Porque estás en un cuarto no muy grande donde llegan muchas personas que vienen del campo, personas que estuvieron en contacto con otras que uno no sabía si estaban sintomáticas o no. Pero una de las cosas que hizo el equipo en Nigeria fue implementar la "No touch policy". No nos tocábamos. Todos tenían siempre a mano alcohol. No se tocaba el celular de otras personas, las computadoras, no se prestaban los bolígrafos.
-¿Por qué las personas que iban a entrevistar a posibles contagiados no vestían trajes de seguridad?
-Porque esa es parte de la instrucción. Si vas protegido con guantes o algo así, las personas comienzan a sentirse estigmatizadas: empiezan "¿por qué vienen a mi casa con guantes?", "yo no quiero cooperar con el epidemiólogo", "¿por qué quieren saber mi temperatura?". De ahí te dicen: "no, yo no tuve contacto con ese caso" y ahí te empiezan a mentir. "No, yo no sé nada". Y eso es clave. Es clave encontrar a los contactos, que...
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