Panorama de las Doctrinas Políticas contemporáneas - Summary - Manual de Derecho Político. Las Fuerzas Políticas y los Regímenes Políticos. Tomo II - Libros y Revistas - VLEX 318981343

Panorama de las Doctrinas Políticas contemporáneas

AutorMario Verdugo Marinkovic - Ana María García Barzelatto
Cargo del AutorProfesor de Derecho Político y Derecho Constitucional , Universidad de Chile - Profesor de Derecho Político y Derecho Constitucional , Universidad de Chile
Páginas131-174
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25. ALCA NCES METODOLÓGICOS Y
CLASIFICACIÓN DE LAS DOCTRINAS
POLÍTICAS
El estudio de las doctrinas políticas, para
que revista un carácter de seriedad, debe
cumplir con un mínimo de requisitos me-
todológicos:
1º. Cabe tener presente que todas ellas
constituyen un complejo más o menos cohe-
rente de concepciones acerca del hombre,
la sociedad, del Estado y de las relaciones
existentes entre estos factores de la vida
política.
Consecuencialmente, a fin de no des-
truir esa unidad orgánica, debe evitarse
el análisis fragmentario e inconexo de las
formulaciones doctrinarias.
La visión de contexto debe primar siem-
pre en su estudio. De otra suerte es muy
fácil desdibujar, incluso caricaturizar una
doctrina;
2º. Las doctrinas políticas procuran dar
solución a la problemática de una época.
No son, por lo mismo, especulaciones
abstractas, desvinculadas de la realidad:
su nacimiento y desarrollo sólo pueden
aprenderse en relación a un determinado
contexto histórico.
Por consiguiente, constituye otro gra-
ve y frecuente error el juzgamiento de las
doctrinas sin una previa referencia a las
condiciones de tiempo y lugar de su des-
envolvimiento;
3º. Siempre es necesario distinguir entre
la formulación de una doctrina como un
deber ser y la posible concreción histórica de
la misma, expresión hipotética de su ser.
El desfase que con ordinaria frecuencia
se advierte entre estos dos niveles debe ser
debidamente ponderado. No siempre el
fracaso práctico puede ser imputado a la
indigencia de la formulación doctrinaria.
En el programa del curso que este
Manual desarrolla, el estudio de las doc-
trinas políticas sólo tiene asignado un
capítulo con carácter complementario.
Ello explica que, no obstante las preven-
ciones anotadas, en la presente sección
el desarrollo de esta materia realiza una
exposición excesivamente esquemática,
carente por lo tanto de la pulcritud me-
todológica deseada.
Clasificación de las doctrinas políticas
contemporáneas
Los textos especializados discurren en
torno a diversas clasificaciones de las doctri-
nas políticas: conservadoras y progresistas;
revolucionarias y reformistas; de izquier-
da y derecha; democráticas y totalitarias;
universales y nacionalistas; individualistas
y socialistas, etcétera.
Reconociendo que en todas ellas existe
una base real y que cumplen, por lo mis-
mo, un rol orientador, no es menos cierto
que la presencia de elementos de carácter
subjetivo y contingente las priva de valor
científico.
Sin pretender adjudicarle un valor ab-
soluto, nuestra preferencia se inclina por
aquella tipología de las doctrinas políticas
que atiende para su formulación a una escala
de valores. Es decir, el rol que se asigna en
la relación política al hombre, a la sociedad
y al Estado.
Conforme a este esquema, se distingue
entre doctrinas personalistas y transpersonalistas.
Sección Sexta
PANORAMA DE LAS DOCTRINAS POLÍTICAS
CONTEMPORÁNEAS
25. Alcances metodológicos y cl asificación de las doctr inas políticas;
26. Liberal ismo;
27. Corrientes sociali stas;
28. Fascismo y naz ismo;
29. Acerca del fin de las ideolog ías y del auge de la tecnocracia.
132
Manual de Derecho Político
A su vez las personalistas se subdividen en
inmanentes y trascendentes.1
1. Doctrinas personalistas
a) Personalismo inmanente
Estas doctrinas parten del suspuesto de
que el hombre puede lograr la plenitud
de su ser, no en función de una realidad
exterior y superior a él, sino en el simple
desenvolvimiento de la propia naturaleza
humana. El hombre se logra desde su pura
inmanencia, desenvolviendo los propios
impulsos y tendencias.
Consecuente con esta premisa, toda in-
terferencia a la libre actividad del hombre
resulta negativa para él y para la sociedad.
Por consiguiente, todo el andamiaje jurí-
dico y político debe proyectarse a la simple
salvaguarda de la libertad individual.
La sociedad es concebida no como una
realidad superior o diferente, sino que como
una simple suma o agregado de individuos
(concepción atomista) y el Estado como
una entidad que agota su fin en la mera
conservación del orden y seguridad social
(Estado gendarme). En síntesis, la sociedad
y el Estado subordinan su actividad en fun-
ción de su servicio al individuo, principal y
único protagonista de la historia.
b) Personalismo trascendente
También estas doctrinas consideran al
hombre como un valor supremo, pero
a diferencia de las anteriores, estiman
que el hombre no se logra en sí mismo
sino en función de una realidad de algún
modo superior, aunque no ajena a él: la
sociedad.
1 Esta tipología, con diversas variantes, ha sido
elaborada por GUSTAVO RADBRUCH, Introducción a
la Filosofía del derecho, Editorial Fondo de Cultura
Económica, México, l965; LUIS RECASENS SICHES,
Discusiones Contemporáneas del Pensamiento Jurídico,
Editorial Labor, Barcelona, 1936; TORCUATO FER-
NÁNDEZ
M
IRANDA
, La justificación del Estado, Madrid,
1946, Instituto de Estudios Políticos.
En efecto, estas concepciones parten
del supuesto que el hombre es un ser natu-
ralmente social y, por tanto, su realización
plena sólo puede lograrse en relación al
contexto social.
El hombre puede o no llegar a convertirse
en lo que potencialmente es; hay acciones
que contribuyen a realizarlo y acciones que
lo frustran. En tal sentido hay un personalis-
mo trascendente en cuanto la existencia del
hombre está constreñida por la necesidad
de complementarse para alcanzar así su
plenitud de ser. El hombre, más que vivir,
convive; más que existir, coexiste.
Dentro de este esquema, el Estado aban-
dona su pasividad para convertirse en un
instrumento que con su actividad procura
la concreción de valores sociales (Estado
intervencionista).
2. Doctrinas transpersonalistas
Para estas concepciones, el hombre,
sea como individuo, sea como ser social,
es desplazado de su rol protagónico por otro
ente temporal, real o imaginario (Estado,
raza, pueblo).
Frente a esta realidad superior, los indivi-
duos sólo interesan en la medida en que su
actividad la sirve. “Propiamente no existe el
derecho de la persona porque sólo se darán
derechos, en su apariencia, en la medida
que sea necesario contar con el individuo en
función del todo” (Fernández Miranda).
Estas doctrinas postulan un tipo de Es-
tado ya analizado en párrafo precedente:
el Estado totalitario. “En el totalitarismo
–dice Walter Theimer– el hombre ya no
es un fin en sí mismo, como quería Kant,
sino sólo medio para otros fines, y además
sólo para fines estatales, puesto que la vida
privada está suprimida”.2
Las diversas doctrinas políticas que a
continuación pasamos a estudiar en for-
ma panorámica y elemental, con mayor o
menor rigor, pueden quedar comprendi-
das en alguno de los tipos descritos en la
clasificación precedente.
2
Historia de las Ideas Políticas, Editorial Ariel, Bar-
celona, 1960, pág. 489.
133
Sección S exta: Panora ma de las doctrinas p olíticas contemporáneas
26. LIBER ALISMO
26.1. Antecedentes históricos
El término liberalismo es reciente, no
encontrándose antes del siglo XIX. En Espa-
ña se llamaron liberales los que hacia 1810
quisieron introducir el Parlamentarismo. En
Inglaterra, en 1816, servía para calificar al
ala extremista del partido Whig, el cual, con
los años, cambiaría su nombre precisamente
por el de Liberal. En Italia se comienza a
hablar de liberales hacia el año 1830.
Todos los autores están de acuerdo en que
el origen de la doctrina es de más antigua
data que el del vocablo. En efecto, según
Hobhouse, el liberalismo nació durante
la Edad Moderna en el seno del Estado
absolutista, como una protesta religiosa,
política, económica, social y ética contra
la situación imperante y, al mismo tiempo,
como una afirmación de libertad en los as-
pectos civil, fiscal, social, económico, racial,
nacional y político.
El liberalismo respondía, al comienzo de
la edad moderna, a las necesidades senti-
das de la época. Era una filosofía viviente.
Europa había sido, durante los siglos del
feudalismo y de la jerarquía eclesiástica, una
habitación cerrada y de atmósfera sofocan-
te. No había libertad de movimiento. Una
economía que durante siglos había estado
en proceso de contracción exigía se consi-
guiera el orden por medio de la compulsión;
y en último término las sanciones fueron
impuestas por una aristocracia militar en
una sociedad estratificada. El desarrollo
del liberalismo fue revolucionario. Llegó
para abrir las ventanas de esta habitación
cerrada y para dar movilidad a una sociedad
basada en la posición personal. (Ver Texto
Complementario Nº 1, Sección Sexta.)
Aun cuando liberalismo y capitalismo son
dos sistemas diferentes, en esta época ambos
se amalgamaron para dar como resultado
el sistema llamado “liberal capitalista”. En
tal sentido se ha llegado a sostener que el
liberalismo fue la vestidura intelectual del
capitalismo. “Este liberalismo –dice Max
Lerner– no es un simple lema más o menos
satisfactorio, sino un complicado tejido de
creencias, que se ramificaba en todos los
aspectos de la vida.
El nuevo sistema capitalista de produc-
ción fabril y de comercio mundial de los
siglos XVI y XVII ofrecía reemplazar al
antiguo sistema de una economía localista
feudal y agraria. La nueva clase mercantil
y capitalista quería reemplazar en el poder
a la aristocracia agraria. Cuando una clase
cualquiera quiere apoderarse del gobierno
necesita armas intelectuales y económicas. Y
los capitalistas tenían a mano el liberalismo
para utilizarlo. Los que aceptan hoy el libe-
ralismo como una cosa natural deben tener
presente que hubo una época en que fue un
arma. La clase media capitalista necesitaba
las ideas de libertad de comercio, el sistema
de libre competencia, la limitación del poder
del Estado, el imperio de la ley, las carreras
abiertas al talento. El capitalismo, como sis-
tema de relación de clases, y el liberalismo,
como sistema de pensamiento, crecieron
uno al lado del otro. En resumen, las mismas
fuerzas que forjaron el reino de la actividad
mercantil fueron las que forjaron y utilizaron
al liberalismo”.
3
(Ver Texto Complementario
Nº 2, Sección Sexta.)
Como ya se ha expresado, el liberalismo
nació como un gran movimiento de pro-
testa contra el antiguo régimen, contra las
instituciones feudales y contra la monarquía
absolutista. En el siglo XVIII el liberalismo
defendía un programa revolucionario y con-
siguió que tras de él se alinearan grandes
sectores de la sociedad, sobre todo del en-
tonces llamado “Tercer Estado”.
Una vez derribado el antiguo régimen,
se instaura el sistema liberal que en Euro-
pa se practicó con bastante uniformidad
durante el siglo XIX.4
3 Ahora o nunca, Editorial Fondo de Cultura Eco-
nómica, México, 1943, págs. 58-59.
4
Cabe tener presente que elementos doctrinarios
del liberalismo se encuentran trabados en la lucha
política que se presenta en el ámbito del mundo
sudamericano desde las vísperas mismas de la Inde-
pendencia. Sobre el particular constituyen un tes-
timonio pintoresco los informes del virrey Abascal,
en los cuales advierte la llegada del liberalismo, al
que achaca el hundimiento de la Monarquía, que
era precisamente el vínculo de la metrópoli con las
posesiones de ultramar.

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